CAPÍTULO 1
Internado de St. Nazaire, Francia. Noviembre de 1843.
Alzó la mirada una vez más. El gélido viento azotó su rostro, rasgándole la piel. Los diminutos copos de cándida nieve caían sin cesar sobre ella, tiñendo su capa azul marina de un color blanquecino. Aguzó la vista en el intento de atravesar con sus ojos la intensa neblina que cubría su alrededor. El frío era prácticamente insoportable y el deseo por alcanzar la edificación se acrecentaba con cada paso que daba. Al fin, a lo lejos pudo divisar el complejo construido en piedra varias décadas atrás. Apenas le quedaba unos metros para alcanzar el edificio y resguardarse de ese tiempo infernal. Cuando ya pensaba que no soportaría ni un minuto más a la intemperie, sus pies se detuvieron frente a una colosal puerta de hierro forjado. Utilizó la hebilla metálica que pendía de ella, para avisar de su llegada. Golpeó con ella un par de veces la puerta utilizando su mano enguantada. Pocos segundos después, alguien se asomó.